Cuentos de gente buena (1)

Domingo. Ayer tuve que trabajar. Se habían vendido todas las entradas pero, cuando llegué, había gente esperando por si quedaba alguna. En estos casos, no todo el mundo entiende que yo no tengo la culpa, que sólo soy la taquillera.

No había podido ver ni los ensayos. ¡Con lo que me gusta ese violinista! Da gusto cuando programan algo así, la gente lo aprecia y se llena el teatro. Si no me hubiera tocado ese turno, yo ni lo hubiera dudado y también habría comprado una entrada.

En la taquilla me había encontrado con un sobre y una nota. La firmaba un concejal y ponía: "Son tres invitaciones por si vienen mis amigos". La guardé en el cajón como hago siempre. A veces vienen y a veces no.

Oí el aviso de que el espectáculo iba a empezar y, la verdad, suspiré. Ojalá las paredes no estuvieran insonorizadas. De todos modos, cerré los ojos por si acaso reconocía, aunque fuera, el rumor del violín.

Y entonces, llegaron ellos. Una pareja que pegó unas entradas al cristal de la taquilla al tiempo que lastimeramente, ella me decía: Perdone, perdone, somos un desastre y nos hemos equivocado de día. Las sacamos para ayer, pero creíamos que eran para hoy. ¿Hay forma de arreglarlo? Pues claro que no –pensé-, si ustedes se han despistado no sé qué quieren que arregle yo ahora. Pero ambos me miraban con ansiedad, eché un vistazo y efectivamente, eran localidades del día anterior. Mi mano, desconectada del cerebro, se deslizó hasta el sobre del cajón. Cogí dos invitaciones y sin dirigirles la palabra, se las di. A esas horas, -me justifiqué- los amigos del concejal ya no vendrían y estaba claro que esa pareja sabría apreciar la música desde las mejores butacas del teatro. Y si los otros venían a media función ya me apañaría para excusarme.

La mujer me tiró un beso con la mano antes de salir corriendo porque ya cerraban las puertas. Me di por agradecida y volví a cerrar los ojos... por si acaso el rumor.

#Microrrelatos #Cuentosdegentebuena