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Cuentos de gente buena (4)

  • yoescriboporti
  • 8 jun 2016
  • 2 Min. de lectura

Empiezan los calores, ¿eh? ¿Quiere otra botellita de agua para el camino?, la tengo fresca de la nevera. ¿Qué tal el pescado?, lo hace mi mujer que es la reina del bonito con tomate. Rico, rico, como dice ese. Ella se pone y pin, pan, se lo ventila en un periquete. Somos famosos por eso. Mucho dirán de los cocineros, chef los llaman, esos que salen por la tele, pero mi mujer es la mejor, de verdad, no se ría. Y eso que es cansado, se lo digo yo. Estar todos los días ahí metida, en la cocina, con el calor que hace ahora por ejemplo, y dale que te pego, venga a guisar, que si una comanda, que si al cliente le gusta más caliente, que si está salado, que si está soso. Es un trajín, se lo digo yo. Ahora, también le digo, este negocio nos ha dado para vivir a los tres y para darle una carrera a mi hija, que no quiero yo que tenga mala vida. ¡Que no me quejo, no se crea! Mire usted, nosotros llevamos aquí más de veinte años, se dice pronto, y este es un trabajo respetable, sacrificado, sí, pero respetable. Pero no quiero que mi hija tenga que estar como la madre ahí metida. Ni como yo, que ni vacaciones, ni fines de semana, ni nada. Bueno, miento, nos cogemos quince días en agosto porque ya sabe que esto se queda sin nadie en agosto. La dejo, que llega mi amigo. ¿Ve?, este está peor. Se viene a comer aquí todos los días. Ya hace meses que no le cobro. ¿Para qué, si sé que no me va a poder pagar? Yo no voy a salir de pobre por un menú más o menos, ¿no le parece? Y por lo menos, este rato, se echa unas risas conmigo y luego, como ya no habrá gente, caerá una partidilla al tute. ¿Qué le parece?, los pobres nos conformamos con cualquier cosa, se lo digo yo. Buen provecho, señora. Vuelva pronto.


 
 
 

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